«Grandeza que emana de lo pequeño»

Grandes ilusiones, en cuerpos pequeños.
Sonrisas resplandecientes, en un corazón inocente.
Amor sincero, disfrutando el viaje placentero.

Todo es posible para esta mente; basta que se sienta feliz, para suponer que los demás también lo están.

Sencillez determinante, con la capacidad de dar y recibir ternura.

Sinceridad relevante, expresando lo que siente y lo que ve. Porque no es una persona doble, su pureza no reconoce el sentido de la palabra diplomacia.

Espontaneidad en reír y llorar, sin actuar como un payaso que muestra una sonrisa vivaz, cuando su interior actúa con contrariedad.

Poseedor de la confianza, como lienzos en blanco: lo que escribas en el, quedará de manera permanente.

Tan permanente como su egoísmo natural, que se ve opacado con su simplicidad.

Es vida, esperanza y alegría. El presente le pertenece, actuando como una pared que empieza a construirse; para el futuro que también será de él.

¿Cuándo dejamos de creer que la vida era sencilla?
¿Cuándo aprendimos sobre mentiras, matrimonios infelices, prejuicios, enfermedades, hambre, dolor y muerte?

¿Cuándo nos empezó a preocupar el tiempo y las deudas?

¡¿En qué momento dejamos de ser niños?!

No se trata de un «quiero creer», se trata de: «voy a tener».
Voy a tener sonrisas verdaderas, a disfrutar a pesar de lo que me afecta, valorar cada segundo de mi vida, esta no es en vano. Porque no me doy cuenta que la estoy desaprovechando, con negatividad, enojo y falta de aceptación de mis errores.
Voy a hacer magia, en cada momento que comparta con mis seres queridos. Repetiré constantemente: «los disgustos para otro día», cuando recuerde que un día faltarán y puedo lamentar no haber compartido tiempo de calidad con ellos.
Seguiré escuchando la risa de los niños al jugar, tal cual calmante a mis tensiones.

Y el día, en que los míos lleguen, les enseñaré lo hermoso de amar la vida sin restricciones.