«Lo que mi mejor amigo no sabía»

Cierro mis ojos mientras empiezan a sonar la canciones, que me hacen atravesar  el aire del último trimestre del año 2012. 

Una tarde nublada, llegaste a casa; en busca de la chica que te gustaba desde que estabas en el jardín de niños, sin ella saberlo… Quién hubiese dicho que después del susto que nos ocasionaste (porque desconocíamos tu existencia), llegarías a ser una persona muy especial para nosotras.

Los días transcurrían y con ellos tus estrategias para acercarte cada vez a ella, aunque sabíamos que la pena te ganaba en todo momento. Tanto que tus gracias para comunicarte con nosotras fueron ganando nuestro aprecio a ti. Y qué decir sobre la capa de frialdad que externavas, esa que por momentos me molestaba, pero que luego comprendí…

Poco a poco, me sorprendió también el hecho de que sabías de mi. Así, pasaste de ser el chico cohibido, a la persona que me consolaba en mis días tristes, que no era necesario que dijeras algo, tu presencia me confortaba. Esos momentos cuandos nuestras espaldas se unían mientras me escuchabas llorar sin saber que decir, un abrazo cambiaba todo.

Así, regresando al clima de diciembre, mi temor más grande llegó, iba a perder mucho al mudarme de ese lugar. Sabía todo lo que dejaba, y lo tanto que me dolería pensar que estarías solo… Pero fuiste el primero en estar en nuestro nuevo hogar, tomaste la decisión de estar en cada momento con nosotras. Las lágrimas que derramamos juntos, al saber que ya no nos íbamos a ver todos los días, y que tu única amiga se iba, y no sólo ella, sino tu amor de infancia… 

Sabiendo los riesgos, me acompañaste siempre. Recuerdo aquel día cuando recorriste muchisimos kilometros, al lado del ahora «mi recuerdo más preciado» en bicicleta, y todo lo que desencadenó esa cansada y graciosa anécdota. 

Pero no todo era alegría, lo sabés. Como en esos días que después de nuestras discusiones yo moría por saber de ti, y siempre existió esa conexión que hacía comunicarnos en el preciso momento. Era la magia de nuestra amistad.

Ahora me quejo, porque no estuviste en mis últimos dos cumpleaños. También porque seguí cometiendo errores peores y sé que me hubieras advertido de no hacerlos. ¡Por supuesto! tampoco estuviste el día de mi graduación…

Pero te perdono todo eso, al final el mayor error no lo cometí sólo yo.

Tengo muy presente ese pequeño momento magico juntos, que nos llevó a decir: 

«seré tu amigo siempre, lo prometo con el corazón» 


Sacando recuerdos que se mantenían congelados, mientras mi corazón se destroza. Pero es necesario recordarte aunque externamente no resisto el dolor que dejo tu partida, y ahora el recuerdo. Aunque sé que prefieres mil veces que sonría recordándote, a que explote en llanto sin que me puedan controlar… Porque de la nada te convertiste en alguien muy importante durante mis mejores días, porque desde ahí te prometo y aseguro que nunca más he vuelto a sentir lo mismo. Las experiencias si mejoraron, respecto a los días no puedo decir lo mismo. Pero nada tienen la esencia de antes, aquella que compartíamos mientras el silencio se apoderaba, porque no era necesario hablar mucho, ya sabíamos qué sucedía…

Qué decir de nuestro último abrazo, si aún lo puedo sentir. O respecto a tu fragancia…

Ahora te escribo, pero ya no hay respuesta. Mejor amigo, el pasado 4 de marzo se cumple el primer año desde que dejaste este mundo, con dolor en mi alma solo puedo decir que siempre estás en mi corazón.

Todos partiremos algún día, así como tú que ya te adelantaste, pero me das como enseñanza que a pesar de tu ausencia, vale más lo que dejaste sembrado durante nos regalabas tu sonrisa, tus consejos, tu cariño y compresión a los que más te queríamos.


A veces no nos damos cuenta del cambio, crees ser el mismo y que tu vida sigue siendo la misma, pero un día despiertas miras a tu alrededor y ya no reconoces nada; nada en absoluto…


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